In the global theater of economics, one narrative repeats with stubborn frequency: that of the elite who, in their insatiable quest to accumulate more capital and power, end up undermining the very foundations of their own empire. This isn't just a matter of ethics or social justice; it's a principle of pure economic logic and systemic stability. The unchecked greed that seeks to concentrate wealth by draining it from the middle classes is not only an act of inequity but an act of self-sabotage.
The premise is simple: no company, however visionary, can flourish in a desert. Its survival and growth depend on a healthy consumer base with purchasing power and the ability to spend. When the obsession with cost-cutting, tax avoidance, or wage suppression is taken to the extreme, it creates a deadly paradox: it weakens the very crowd that is expected to buy the products and services that generate the profits.
A Case Study: Elon Musk and the Consumer Dilemma
Let's put this principle into a modern context with a tangible example: the empire of Elon Musk, specifically Tesla and Starlink.
1. The Tesla Customer: Who Buys a Premium Electric Car?
Tesla's vehicles, despite their long-term mission of accessibility, remain, for the most part, luxury or high-end products. Their natural customer is not the person struggling to make ends meet, but the upper-middle and upper class: well-paid professionals, small and medium-sized business owners, technologists, and investors. These are individuals whose purchasing power relies on a robust economy and a healthy flow of capital within the middle strata of society.
Now, imagine a scenario where corporate and economic policies—whether through wage suppression, mass outsourcing of jobs, or the erosion of small businesses—achieve their short-term goal: concentrating even greater wealth in the hands of a few. As a side effect, the middle class shrinks. Savings evaporate, debt accumulates, and discretionary spending plummets.
The question becomes inevitable: who will buy the next Tesla Model Y or the futuristic Cybertruck? If the consumer base that aspires to these products is financially wounded, sales stagnate. Orders are canceled. Factories, built with enormous investment, operate below capacity. Undermining the very people who can afford your products isn't a strategy; it's shooting yourself in the foot.
2. Starlink: Connectivity That Relies on a Connected Economy
The same reasoning applies to Starlink. Its satellite internet service, while vital for rural areas, has a monthly cost and an initial equipment outlay that places it out of reach for households in financial difficulty. Its subscribers are, again, rural businesses, remote workers with good salaries, expatriate communities, and technology enthusiasts. All of them are links in an economic chain that depends on consumption and services.
If the prosperity of these classes is compromised, Starlink becomes a dispensable luxury. People will seek cheaper alternatives or simply cut that expense. The vision of a global connectivity network crashes against the wall of an impoverished local economic reality.
The Historical Lesson: The Walls of Prosperity are Fragile
Economic history is full of examples where extreme wealth concentration precedes crisis. The Great Depression of 1929 wasn't just due to a stock market crash, but to deep-seated inequality that left the real economy—the one of consumers—without the strength to sustain growth.
The "Robber Barons" of the Gilded Age, as Mark Twain called them, amassed legendary fortunes, but they did so in an environment of brutal social tensions and instability that ultimately threatened the entire system. A castle cannot stand if the foundation it's built on is crumbling.
Conclusion: Self-Destruction by Design
Greed that ignores the economic ecosystem is short-sighted. To believe that value can be extracted indefinitely without replenishing it or caring for the health of the market is like cutting down a tree by its roots to sell the wood, while expecting it to keep bearing fruit.
Visionary entrepreneurs like Musk build technological marvels that, in theory, could benefit humanity. But if the model that supports them contributes—directly or indirectly—to eroding society's ability to pay for those marvels, the project is doomed. The self-destruction doesn't come from an external competitor or an obsolete technology, but from an internal miscalculation: the failure to understand that prosperity, to be sustainable, must be shared to some extent.
In the end, the greatest risk for the powerful is not government regulation or social protest, but their own predatory logic. In their attempt to hoard the entire pie, they may end up destroying the oven it's baked in.
La Doble Cara de la Pantalla: La Ventana al Mundo y la Prisión Digital
En la era de la hiperconexión, las redes sociales han tejido una realidad dual, actuando como una gran ventana al exterior para algunos y como una sutil prisión de cristal para otros. Su impacto no se define por la tecnología en sí, sino por la relación que cada individuo establece con ella y, crucialmente, por las circunstancias que lo rodean.
La Ventana Salvadora: Cuando el Afuera Llega a Dentro
Para un sinnúmero de personas, el mundo físico es un territorio inaccesible. La edad avanzada, una enfermedad discapacitante, una situación de reclusión o vivir en comunidades remotas y aisladas pueden convertir las cuatro paredes de una habitación en los límites de su universo. Para ellos, las redes sociales no son un pasatiempo, sino un pasaporte.
Esta "gran ventana al exterior" es literalmente su conexión con la vida. A través de ella:
Un anciano postrado en su cama puede presenciar, en tiempo real, la graduación de su nieto en otro continente, sintiendo la emoción como si estuviera en primera fila.
Una persona con movilidad reducida puede explorar los museos del Louvre o el Prado a través de visitas virtuales, accediendo a una belleza que de otra manera le estaría vedada.
Un joven en una zona rural puede conectar con comunidades académicas globales, acceder a conocimiento especializado y encontrar mentores que transformen su perspectiva y sus oportunidades.
En estos casos, las redes sociales son un instrumento de libertad, empatía y equidad. Democratizan experiencias, acortan distancias físicas y emocionales, y proveen un sustituto vital para la interacción y la exploración que el mundo real les ha negado. Son el cordón umbilical que los mantiene anclados a la corriente principal de la humanidad.
La Prisión Voluntaria: Cuando el Adentro Simula un Afuera
Paradójicamente, para quienes tienen la salud, los recursos y la oportunidad de salir y abrazar el mundo, las redes sociales pueden convertirse en una celda cómoda pero alienante. Es la trampa de encerrarse en "un mundo grande y a la vez pequeño".
Este mundo es "grande" por su inmensidad digital: miles de millones de usuarios, contenido infinito y la ilusión de estar en todas partes a la vez. Pero es "pequeño" por su naturaleza: un ecosistema curatorial que nos muestra una versión distorsionada de la realidad, basada en algoritmos que refuerzan nuestras burbujas ideológicas y consumistas.
El peligro reside en que, teniendo la oportunidad de "contemplar con sus propios ojos y sentir", muchos eligen la simulación:
Prefieren ver un video de un atardecer en Bali antes que salir a caminar al parque para sentir la brisa en su propia piel.
"Asisten" a un concierto a través de la pantalla de su teléfono, más preocupados por la grabación que por perderse en la música.
Sustituyen las conversaciones profundas y los matices de una charla cara a cara por la gratificación instantánea de un "me gusta" o un comentario efímero.
Se quedan encerrados tras sus monitores, confundiendo la observación pasiva con la experiencia activa. La vida se convierte en un escenario que se observa desde butaca, no en un campo que se pisa y se vive. La riqueza sensorial del mundo real—el olor de la lluvia, la textura de la corteza de un árbol, la complicidad de una mirada—es reemplazada por una experiencia plana, bidimensional y mediada por filtros.
El Equilibrio: Ser Usuario, No Habitante
La reflexión final nos lleva a un punto de consciencia crítica. Las redes sociales son una herramienta magnífica, pero un sustituto pobre para la vida. Su valor real se manifiesta cuando las usamos para complementar nuestra experiencia en el mundo, no para reemplazarla.
Debemos recordar que la ventana, por más grande y clara que sea, no es el jardín. Podemos usarla para planear nuestro próximo viaje, para mantenernos cerca de los que están lejos o para aprender. Pero cuando llega la oportunidad, debemos tener el valor de cerrar el portátil, apagar el teléfono y salir a respirar el aire, a sentir el sol y a vivir las historias que, más tarde, quizás, merezca la pena compartir. No dejemos que la inmensidad del mundo digital nos haga olvidar la profundidad insustituible del mundo real, que está esperando, literalmente, a la vuelta de la esquina.
La metamorfosi del funcionariat: de vocació de servei a privilegi blindat
Hi ha un temps, no tan llunyà, en què la paraula "funcionari" evocava una imatge ben diferent de l'actual. Era sinònim d'un ofici, una vocació de servei públic, exercit per persones que, malgrat cobrar sous modestos, posseïen un coneixement profund de la maquinària administrativa. Eren els guardians dels tràmits, els facilitadors de la relació entre el ciutadà i l'Administració. Es valorava la seva qualificació, la seva experiència i el seu compromís amb el bé comú. Avui, però, aquesta figura ha sofert una metamorfosi preocupant, convertint-se en l'epítom d'un privilegi injustificat i una casta allunyada de les necessitats reals de la població.
L'ofici que va deixar de ser-ho
Abans, ser funcionari exigia un domini concret de les normes i procediments. Era un ofici amb majúscules, on el saber fer i l'eficiència eren la moneda de canvi. La seva labor no era còmoda ni estava particularment ben remunerada, però hi havia una clara consciència de missió: servir al ciutadà i garantir que l'Estat funcionàs amb rigor. La plaça es guanyava amb esforç i oposició, i el lloc es mantindria amb competència i dedicació. Era, en essència, la columna vertebral d'una administració previsible i tècnica.
La gran fractura: quan la seguretat es va convertir en privilegi
El punt d'inflexió va arribar quan l'estabilitat laboral absoluta va eclipsar qualsevol altra consideració. El que era un dret legítim per a protegir la independència del funcionari de les pressions polítiques es va deformar fins a convertir-se en un blindatge contra la rendició de comptes i l'excel·lència. Avui, molts veuen la funció pública no com una vocació, sinó com un refugi: un lloc on, una vegada dins, l'esforç es dilueix perquè el despatx està assegurat "de per vida", independentment de la qualitat del treball fet.
Aquesta distorsió s'agreuja quan es comparen els sous i les condicions amb les del sector privat. Sovint, per a tasques similars o menys exigents, el funcionari gaudeix d'un salari superior, horaris intocables, vacances inflexibles i un sistema de promoció que, en molts casos, premia més l'antiguitat que el mèrit. És una realitat que genera una profunda fractura social i una sensació d'injustícia entre aquells que han de competir i innovar diàriament per mantenir el seu lloc de treball.
L'ombra del nepotisme i l'opacitat
Potser l'aspecte més tòxic d'aquest nou model és la sospita, sovint fundada, de què l'accés i la promoció interna no es regeixen sempre per criteris objectius. La imatge d'una "màfia" que "apany olla" als seus no és nova. Es parla de places que "es mouen" per a amics o afins, de convocatòries dissenyades a mida i d'una falta de transparència deliberada en les ofertes de treball públic. Quan una vacant no es publicita amb l'abast adequat, quan les proves d'accés es veuen desbordades per la burocràcia o quan els tribunals semblen estar compostos per noms recurrents, el missatge és clar: el sistema està tancat per a qui no pertany al cercle.
El poder real: per sobre dels polítics
Aquesta estructura paral·lela ha aconseguit acumular un poder immens. Els funcionaris, especialment aquells amb llocs directius o d'alt rang, coneixen els secrets de l'Administració millor que ningú. Els càrrecs polítics, elegits democràticament, arriben i se'n van, però ells romanen. Aquesta dinàmica crea una relació de força on el polític, conscient de la seva temporalitat i la falta de coneixement tècnic, sovint evita l'enfrontament. Són conscients que xocar amb aquesta xarxa burocràtica és una batalla perduda d'antuvi. Així, el poder real, el que decideix com s'apliquen les normes i cap on flueixen els recursos, resideix en estaments no electes, en una clara contradicció amb els principis democràtics.
Conclusió: una administració desconnectada
El resultat d'aquesta evolució és una administració pública deslligada de la seva raó de ser: el servei al ciutadà. S'ha passat d'un model basat en l'ofici i la vocació a un altre centrat en el privilegi i la perpetuació d'una casta. Es necessita amb urgència una reforma profunda que torni a posar el mèrit, la transparència i l'eficiència en el centre del sistema. Cal acabar amb els feixucs procediments que afavoreixen l'opacitat, instaurar mecanismes reals d'avaluació del rendiment i assegurar que la funció pública torni a ser un instrument àgil al servei de la gent, i no un financer en si mateix. La salut de la nostra democràcia depèn, en gran part, de tornar a dignificar l'ofici de servir al públic.
Unus Nemo likes this.
Unus Nemo
in reply to Joan Barrera • •@Joan Barrera
English Translation:
The metamorphosis of civil service: from a vocation of service to a protected privilege
There was a time, not so distant, when the word "civil servant" evoked a very different image from the one we have today. It was synonymous with a job, a vocation for public service, carried out by people who, despite earning modest salaries, possessed a deep knowledge of the administrative machinery. They were the guardians of procedures, the facilitators of the relationship between the citizen and the Administration. Their qualifications, their experience and their commitment to the common good were valued. Today, however, this figure has undergone a worrying metamorphosis, becoming the epitome of unjustified privilege and a caste far removed from the real needs of the population.
The job that ceased to be
In the past, being a civil servant required a specific mastery of rules and procedures. It was a job with
... show more@Joan Barrera
English Translation:
The metamorphosis of civil service: from a vocation of service to a protected privilege
There was a time, not so distant, when the word "civil servant" evoked a very different image from the one we have today. It was synonymous with a job, a vocation for public service, carried out by people who, despite earning modest salaries, possessed a deep knowledge of the administrative machinery. They were the guardians of procedures, the facilitators of the relationship between the citizen and the Administration. Their qualifications, their experience and their commitment to the common good were valued. Today, however, this figure has undergone a worrying metamorphosis, becoming the epitome of unjustified privilege and a caste far removed from the real needs of the population.
The job that ceased to be
In the past, being a civil servant required a specific mastery of rules and procedures. It was a job with a capital letter, where know-how and efficiency were the currency. Their work was neither comfortable nor particularly well-paid, but there was a clear sense of mission: to serve the citizen and ensure that the State functioned with rigor. The position was earned with effort and opposition, and the position would be maintained with competence and dedication. It was, in essence, the backbone of a predictable and technical administration.
The great fracture: when security became a privilege
The turning point came when absolute job stability eclipsed any other consideration. What was a legitimate right to protect the civil servant's independence from political pressures was deformed to become a shield against accountability and excellence. Today, many see the civil service not as a vocation, but as a refuge: a place where, once inside, the effort is diluted because the office is assured "for life", regardless of the quality of the work done.
This distortion is exacerbated when salaries and conditions are compared with those in the private sector. Often, for similar or less demanding tasks, civil servants enjoy a higher salary, untouchable hours, inflexible holidays and a promotion system that, in many cases, rewards seniority more than merit. It is a reality that generates a deep social divide and a sense of injustice among those who have to compete and innovate daily to keep their jobs.
The shadow of nepotism and opacity
Perhaps the most toxic aspect of this new model is the suspicion, often well-founded, that access and internal promotion are not always governed by objective criteria. The image of a "mafia" that "fixes the pot" for its own is not new. There is talk of positions that are "moved" for friends or relatives, of tailor-made calls and a deliberate lack of transparency in public job offers. When a vacancy is not advertised with the appropriate scope, when entrance exams are overwhelmed by bureaucracy, or when the courts seem to be composed of recurring names, the message is clear: the system is closed to those outside the circle.
Real power: above the politicians
This parallel structure has managed to accumulate immense power. Civil servants, especially those in managerial or high-ranking positions, know the secrets of the Administration better than anyone. Democratically elected political positions come and go, but they remain. This dynamic creates a relationship of power in which politicians, aware of their temporary nature and lack of technical knowledge, often avoid confrontation. They are aware that clashing with this bureaucratic network is a lost battle in the first place. Thus, real power, which decides how the rules are applied and where resources flow, resides in unelected bodies, in clear contradiction to democratic principles.
Conclusion: a disconnected administration
The result of this evolution is a public administration disconnected from its raison d'être: serving the citizen. It has moved from a model based on the job and vocation to another focused on privilege and the perpetuation of a caste. A profound reform is urgently needed that puts merit, transparency and efficiency back at the center of the system. It is necessary to end the cumbersome procedures that favor opacity, establish real mechanisms for evaluating performance and ensure that the civil service is once again an agile instrument at the service of the people, and not a financier in itself. The health of our democracy depends, in large part, on restoring dignity to the profession of serving the public.